Nosotros somos vida y estamos rodeados por ella. Es una realidad que a simple lógica parece sencilla, pero va mucho más allá de lo complejo. Tenemos nombres y apellidos que ayudan a identificarnos y a darnos cuenta de que somos uno entero. Así, olvidamos como estamos compuestos por microorganismos que ayudan a nuestro bienestar. Muchas veces llegamos a pensar que nos va bien a nosotros, sin saber que estos microorganismos pueden estar librando una guerra dentro de nosotros mismos, y solo nos damos cuenta de ello cuando nuestro cuerpo empieza a sentir las repercusiones. Mareo, dolores y muchos otros malestares que nuestro cuerpo nos manda para indicarnos que algo no marcha bien, tal y como una maquina descompuesta empieza a tener ruidos extraños. Desafortunadamente, cuando esto pasa siempre queremos recurrir a la solución más inmediata posible, sin ponerse a pensar el daño que esta dicha solución nos puede llegar a ocasionar.
Es una situación que vivimos a diario con los ojos cerrados: Si te duele la cabeza, tomate esta pastilla. Si te sigue doliendo, toma esta otra. Si reincide, prueba con esta. Si persiste, ve con un médico.
Es una acción tan simple que nunca nos detenemos a analizar las consecuencias.
